El pasado sábado 20 de octubre de 2012, el grupo británico Muse dio un concierto dentro de su nueva gira en el Palacio de los Deportes de Madrid. En este evento, en el que completaron su aforo de 18.000 espectadores, el trío ofreció un espectáculo de más de dos horas en donde los fans pudieron disfrutar de una de las bandas más potentes de los últimos años.
Los fans de Muse hacen cola durante las horas previas al concierto a las puertas del Palacio de los Deportes en Madrid / Gonzalo.
En la mañana de ese mismo día, el cielo gris se había pasado el tiempo jugando con los miedos y las esperanzas de quienes se encontraban justo debajo, a su merced, durante muchas horas, en este 20 de octubre. Algunos incluso echaron raíces el día anterior, con una tienda de campaña sobre sus cabezas y una fiambrera en las manos. A lo largo de la jornada, la cola se fue ampliando, primero tímidamente y luego de forma brusca y alborotada. Por suerte para todos ellos, las nubes fueron misericordiosas y rompieron su promesa de descargar toda su fuerza sobre los miles de jóvenes que aguardaban ante un solemne Palacio de los Deportes.
Las ansias, acumuladas por las horas de espera, se entremezclaban con risotadas nerviosas y, en ocasiones, con un tedio abrumador que se intensificaba o se atenuaba según el momento. A las siete de la tarde, por fin, las puertas se abrieron y la gente corrió a agolparse bien cerca. Pero la cola no dejaba de parecer más pequeña; cientos de personas seguían llegando desde las calles aledañas a la zona. Todos confiaban en que dentro, en unas horas, disfrutarían de un mágico sábado por la noche, una noche que tardarán muchos años en olvidar y muy pocos días en idealizar. Muse había venido a deleitarlos con su electrizante e imponente melomanía, a la cual no podríamos hacerle justicia si sólo la denomináramos con la etiqueta de «música rock».
Los galeses The Joy Formidable asistieron como «artista invitado» / Gonzalo.
A pesar de las continuas advertencias de los vigilantes de seguridad, bien organizados a lo largo de los distintos corredores por donde circula la gente, la muchachada corría por el interior del complejo deportivo una vez que hubieron mostrado su entrada en los accesos y pasaran con fluidez y sin mayor problema al interior. Ya dentro, los gritos y la confusión se unificaron en una loca carrera por conseguir los mejores sitios, ya sea en las gradas o en la pista, que rápidamente se fue llenando, formando una marabunta no demasiado desordenada. Poco más de una hora después, los músicos hicieron su aparición. ¿Eran Muse? En realidad, no. El gentío recibió con un frío aplauso a The Joy Formidable, una banda formada hace cinco años y con un sólo álbum de estudio pero que ya gozan de un cierto éxito. Este grupo galés, a pesar de un recibimiento más o menos indiferente, pronto supo ganarse al público con una animada interacción entre canción y canción, presumiendo de un rock alternativo ligero pero no falto de potencia. El estilo pegadizo de una voz con personalidad, unas melodías sencillas y una percusión variada y muy correcta terminaron por encandilar a la gente. Tras más de cuarenta minutos y con un final lleno de viveza, The Joy Formidable terminaron su más que digna actuación como teloneros y se despidieron del público.
Justo después, y sin perder un segundo, los técnicos montaron el escenario de forma rápida y efectiva. La superficie describía un semicírculo cuyo arco estaba en el lado opuesto a donde se encontraba el público, con una pasarela a lo largo del mismo arco a la que se accedía por medio de unas escaleras laterales. Las pantallas de sonido, estratégicamente colocadas, rodeaban el escenario en general y la batería en particular: un set de platos, cajas y timbales ajustado a las necesidades del músico. Los otros elementos del escenario quedaron guardados, esperando el momento oportuno para salir y dar una sorpresa. Y, finalmente, sin demasiada demora, las luces se apagaron y la música comenzó a sonar. Sí. Eran las primeras notas de Unsustainable, de un claro estilo dubstep, comenzando con los sonidos de un cuarteto de cuerda y los golpes de un poderoso viento metal en los momentos en los que una luz roja bañaba al público para luego volver a apagarse de repente. Cuando el tema llega a romper, Muse al completo aparece en escena entre los vítores de un público que llevaba ya rato salivando. Una percusión casi industrial llevaba el ritmo de una guitarra ácida y de un bajo fulminante, siempre liderados por una voz robótica que parecía anunciar el fin del mundo. Al término de la canción, el vocalista y guitarrista Matthew Bellamy saluda a los fans y, casi sin descanso, retoma el concierto ejecutando Supremacy, con la que abrieron su último disco.
Los británicos Muse comenzaron con la apocalíptica Unsustainable para deleite de sus fans / Gonzalo.
A continuación, con el público ya caliente y listo para que todo lo que pudiera ocurrir, Bellamy, con Christopher Wolstenholme al bajo y Dominic Howard a la batería, echó mano de las populares Hysteria, Supermassive Black Hole y Resistance, que hicieron que todo el Palacio de los Deportes latiera frenéticamente con un único corazón palpitando y muchas voces conscientes de que acabarían quebradas al final de la noche. El sonido llegaba perfectamente a cada rincón del recinto, bien fuerte pero nunca demasiado, siempre en su justa medida. Después, sacaron a relucir sus últimas creaciones en The 2nd Law, lanzado a principios de octubre, con Panic Station, Animals y Explorers. Si bien fue una buena muestra de su último álbum de estudio, estos temas provocaron un ligero descenso en el ritmo del concierto, con un público deseoso sobre todo de temas clásicos en donde cantar a grito pelado. Igualmente, la atmósfera del concierto satisfizo las expectativas de los asistentes durante las más de dos horas en las que el grupo hizo ver su maestría sobre el escenario. Muse llevó adelante una frenética apoteosis en donde demostraron no sólo su energía para conectar con el público y para exprimir al máximo cada nota y cada ritmo, sino también su tremenda calidad como músicos y compositores. Cierto es que se sienten las influencias de artistas como Jeff Buckley, Queen, Jimi Hendrix o U2, pero es imposible negar la originalidad de sus invenciones musicales.
Matthew Bellamy ejerció muy correctamente sus labores como frontman de la banda / Gonzalo.
Las sorpresas en su puesta de escena no sólo tuvieron lugar en las imágenes que iban saliendo en las pantallas situadas bajo la pasarela, sino también con la aparición de un piano de cola casi sin que nadie se diera cuenta y en donde Bellamy arrancó las notas más preciosas de la noche. Tras algunas otras muestras de su repertorio más novedoso, como la irresistible Madness o Liquid State, en donde en ésta última Wolstenholme lleva la voz principal, el trío tiró de apuestas seguras: Undisclosed Desires, Plug in Baby y la misteriosa y extraterrestre New Born fueron de lo último que interpretaron hasta finalizar la primera parte. En el primer bis, Isolated System, Uprising y Knights of Cydonia hicieron las delicias de los fans, con un directo brutal y megalómano que desafió incluso a las propias influencias de Muse a arrebatarles el puesto de ser los artistas más consagrados de la historia del rock. Como queriendo explicar de forma gráfica lo que supone estar aislados, los británicos interpretaron el primer tema del bis rodeados por una serie de pantallas de plasma que bajaban del techo y los absorbían formando una pirámide con ellos dentro.
Para finalizar, y en un segundo bis, el líder de la banda animó a que el público, absolutamente entregado y fiel, siguiera el ritmo de Starlight a base de dar palmadas perfectamente sincronizadas. Matthew Bellamy, quien se atrevió incluso a bajar del escenario sin dejar de cantar para saludar a los espectadores, se mostró extrovertido y como pez en el agua. Como colofón, Survival llegó como una bomba atómica que quiere acabar con todo, dejando una huella imborrable con una fuerza épica y sobrecogedora. No por nada fue la canción oficial de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. El tema parece evocar a un gigante que, con paso firme y decidido, hacer ver a todos que él piensa ser el mejor, él y nadie más que él. El público, por su parte, se sentía victorioso, superviviente de una noche de emociones que quizá fue demasiado corta para una espera demasiado larga. Parece claro que Muse formará parte de la historia de esas grandes bandas a las que ellos mismos admiran. Y esa noche demostraron el porqué.
La interpretación musical, junto con unas luces e imágenes bien elegidas, hicieron del espectáculo un evento fastuoso / Gonzalo.
Fuentes: Fuentes propias, Muse, The Joy Formidable, Palacio de Deportes.